La educación en el 2030 va a ser casi igualita a la de hoy. 11 años no es tiempo, y más aún si tenemos en cuenta lo despacio que evoluciona la Educación en comparación con otros ámbitos de la sociedad. Habrá oasis de cambio, como ha habido hasta ahora, pero la dinámica general será la misma.
La renovación de personal no será significativa, y los cambios que se produzcan vendrán de la mano de la aplicación, más bien puntual, de algunas innovaciones. En cuanto a legislación, yo no esperaría nada muy distinto.
¿Y qué hay de la tecnología? Bueno, habrá que apurar los ordenadores que tenemos... Y las gafas de realidad virtual, pues el móvil metido en un cartón. Para cosechar un jugoso estrabismo.
¿Me tragaré mis palabras?¿Para bien, o para mal?
Como es tradición, los cambios traerán y se llevarán un poco de todo. Igual que la mar: lo mismo te trae una ostra con perla que unos calzones sucios.
A este respecto, parece que el advenimiento de la tecnología es imparable. Con ella, podrán ponerse de relieve ideas que ya hoy serían muy oportunas... Pero al mismo tiempo sus potencialidades se volverán en nuestra contra, como podemos observar en la actualidad. Por muy optimistas que seamos, ocurrirá.
Es cierto que, históricamente, el advenimiento de nuevas tecnologías ha causado reacciones parecidas. Todas ellas tienen un denominador común, que es la crítica a la dependencia que generan los nuevos avances. Pero hay también quien afirma que sí, que vale, pero que ¡Esta vez es distinto!
¿Por qué?
La idea es que las transformaciones tecnológicas no siguen una escala lineal, sino más bien exponencial, lo que podría rebasar nuestra capacidad de adaptación a la tecnología. En otras palabras, no estamos preparados para lo que está por venir. Pero no por estar mirando a las musarañas, sino que no lo estamos como especie. El futuro que imaginamos es incompatible con la vida humana. Yo aún diría más: el presente que vivimos tampoco se queda corto.
Por otra parte, los cambios venideros involucrarán versiones magnificadas de los problemas que hoy empezamos a contemplar: recogida y tratamiento de datos, sofisticación en el control de masas... Sin olvidar la discriminación tecnológica: revolución del conocimiento sí, pero sólo para unos cuantos. Y el que venga detrás, que arree.
No parece razonable que la Educación del futuro sea partícipe de todo eso.
Sólo digo que nos paremos a pensar un poco. ¡Lo nuevo no siempre es mejor!